viernes, 14 de octubre de 2016

BOB DYLAN Y EL DICHOSO PREMIO NOBEL


No pensaba escribir nada sobre el Nóbel de Literatura con el que la Academia Sueca ha premiado a Bob Dylan. Lo juro. Incluso yo que he sido y soy dylaniano de pro quizás hubiera preferido que el galardón fuera a parar a Philip Roth, que también figuraba en las quinielas, y del que su novela La mancha humana me parece una de las narraciones más apasionantes de los últimos años. Pero tampoco me quejo. No merece la pena hacerse mala sangre por estas cosas. Creo, por ejemplo, que Dylan es más digno ganador del Nóbel que nuestro mediocre Don Camilo y no pasa nada.

Así que si ahora me he sentado a escribir no ha sido para dar cuenta de la noticia sino por las airadas protestas que ha levantado el reconocimiento, sobre todo y como desgraciadamente me temía, entre los más engreídos, carcas y aburridos señores o señoritos de las letras (por ejemplo, el lamentable Juan Manuel de Prada; ver y aguantar las arcadas durante su penosa intervención en La hora cultural del jueves 13 de octubre fue todo uno); y contra estos si que me planto, les hago frente, y defiendo y defenderé siempre a Bob Dylan a capa y espada. Él por lo menos habría metido el dedo en los ojos de muchos de estos indeseables, apoltronados y cínicos. Él por lo menos ha hecho sonar su voz contra la injusticia, el mamoneo y los mamones, la indolencia e indiferencia que nos rodea allá por donde plantemos la mirada. Sólo por eso Bob Dylan merece para mí la pena. Por contar con semejantes enemigos. Ante ellos yo también estaré siempre con él. 

Además si escuchamos y leemos las letras de algunas de sus canciones, como de este célebre Like a Rolling Stone que toca junto a Tom Petty y del que más de uno de estos indeseables debería tomar nota, tendremos que reconocer que su poesía, buena o mala o peor, nunca nos dejará ni indolentes ni indiferentes. Y eso ya tiene su mérito. Bastante mérito.
  

1 comentario:

  1. Amigo Garzón:
    Me complace estar en completo acuerdo con usted, habida cuenta de otras ocasiones en que –para mi pesar- no lo hemos estado. Efectivamente, otorgar el premio Nobel a Bob Dylan lo considero merecido y acertado, porque es un grandísimo poeta y trovador de nuestros tiempos, y con sus letras y músicas ha hecho feliz a millones de personas en todo el mundo durante muchos, muchos años. Lo merece el genio de Minessota, influyente personalidad de estos tiempos cambiantes a los que cantó y que nos ha tocado vivir.
    Por lo demás, algunos de sus enemigos están poniéndose en un ridículo peripatético, como el inefable De Prada en la entrevista del pasado jueves que usted cita. Yo también la ví y a los 12 o 15 minutos cambié de canal, decepcionado por un escritor oriundo de Barakaldo, y paisano nuestro por tanto, cuya inicial carrera literaria miré con simpatía y cuy progresivo marchitar me produce más pena que enfado. Puede ser representativo, a su pesar, de todo el pelotón de resentidos, envidiosos y gacetillas que no influyen ni en su cansada parienta, ni en sus menguadísimos lectores y que –sin embargo- desdeñan el premio a un grandísimo poeta ídolo de masas. Son los mismos celtibéricos que se escandalizan porque el Nobel haya ido a parar a un músico de folck rock y no a un literato, y aplaudían con las orejas cuando el premio Príncipe de Asturias 2011 de las letras honró y se honró con Leonard Cohen, el poeta músico canadiense. En fin mi querido amigo, me alegró por Dylan y por nosotros sus hijos. Ah! Y por cierto, tomo nota de su apuesta por Phillip Roth, cuya literatura no conozco y en la que pienso iniciarme con La mancha humana. Yo por mi parte había apostado por Javier Marías, cuya obra está a la altura del premio, embelesado todavía por su última novela “Así empieza lo malo”. Y con su permiso en homenaje al premio me voy a poner en You Tube Romance in Durango del disco Desire, uno de mis preferidos del genio de Minessota. Un abrazo gran Toni.
    PD: el gilipollas de don Camilo no sé si era merecedor del Nobel, pero desde luego era merecedor de mi repugnancia asido como estaba a aquel retaco insufrible de compañera, Marina Castaño: tal para cual.

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