Me iba a callar o, por lo
menos, no escribir más sobre este disparate político en que estos
indocumentados y asiduos habitantes del Congreso nos están metiendo desde hace
meses. Pero como siempre, la rectificación ha llegado hasta mi puerta y antes de
los días decisivos me ha llamado. Y no he tenido más remedio que abrir,
escucharla y plegarme a sus siempre convincentes consignas, y donde ya dije Diego
decir ahora, digo. O al revés. (El refranero no es lo mìo: lo sabéis).
Así que añado ahora un anexo
a esta España ¿semipiternamente? electoral a cuenta de unos versos que he leído
y extraído de las Hojas de hierba, de
Walt Whitman, con las que ando enredado desde hace casi dos años. Y tan a
gusto. (También lo sabéis).
El poema lo escribe Whitman
en 1873 en un momento en que los Estados Unidos están sufriendo una gravísima
crisis económica derivada de la quiebra de la banca de Jay Cooke, y en unas
deprimentes circunstancias a las que no he podido dejar de sacar ciertas y
tristes semejanzas con estas otras que estamos viviendo nosotros aquí y ahora. Por
ello, la rectificación y el anexo. Me han salido a bote pronto.
Porque al igual que Whitman,
y después de tanto desatino, creo que nosotros también debemos mantener
intactas nuestras esperanzas (esas que nadie debería poder sustraernos ni
en las peores circunstancias) en que el futuro que se nos abrirá después de estos
vergonzosos meses in albis, de tantas
y tantas impresentables declaraciones y bochornosos riffi-raffes entre aquellos
y aquellas destinados a ser un día nuestros gobernantes, será un panorama más
halagüeño, amable y sosegado.
Lo habría escrito el poeta en
sus versos finales, bien puedo confiar en
ti, patria, en tu suerte y en tus días./¿Quién sabe si no son estas las
lecciones que te convienen?/Acaso de ellas surja tu canto futuro, tu trinar
jubiloso,/destinando a colmar el mundo.
Y yo lo suscribo. Me apunto. Después,
eso sí, de los merecidísimos tirones de orejas. Y espero, parafraseando a
Whitman, que de tanto desatino y desbarajuste surjan finalmente “esas lecciones
que más nos convienen”. Y me agarro a ellas. Todas cuelgan del irremplazable racimo
de la esperanza.
Y el poema en cuestión. No
tiene desperdicio.
AL VAGAR POR LA MAÑANA[1]
Al vagar por la mañana,
salido de la noche y de sus
pensamientos sombríos, a ti te tengo
en el pensamiento:
¡por ti suspiro, armoniosa
Unión!, ¡por ti, divino pájaro cantor!,
por ti, patria, sumida en
días aciagos, acuciada por la arteria y la
consternación, por todas las
bajezas, por todas las traiciones,
y este simple prodigio he
contemplado: el zorzal que alimenta a
su polluelo,
el zorzal cantor, cuyas notas
de alegría y fe extática
no dejan de ratificar al
alma, y de solazarla.
Ahí pensé, y sentí
que si gusanos, serpientes y
larvas repugnantes pueden
convertirse en dulces cantos
espirituales,
si los bichos se transmutan
así, y para eso se utilizan, y así son
bendecidos,
bien puedo confiar en ti,
patria, en tu suerte y en tus días.
¿Quién sabe si no son estas
las lecciones que te convienen?
Acaso de ellas surja tu canto
futuro, tu trinar jubiloso,
destinado a colmar el mundo.
[1] En Hojas de
hierba, de Walt Whitman, Edición bilingüe de Eduardo Moga, Galaxia
Guttenberg, Círculo de lectores, Barcelona, 1996, p.1023.