Aclarando… Cuando en las entradas a este blog escribo mis “parecidos razonables” no pretendo establecer ninguna valoración comparativa entre las dos obras que se comparan razonablemente. No trato de decir que aquello porque fue primero fue mejor y que esto, por ser presente, peor o una burda copia del pasado. Con mis parecidos razonables ninguna de las partes está en litigio, ninguna queda por encima de la otra. No hay cruce de sables.
Mis objetivos no irían por ahí. Ni mucho menos. Yo voy a otra
cosa. Quiero que veamos cómo asumiendo la tradición podemos conseguir que esto
que estamos realizando hoy nos ofrezca, además de los valores intrínsecos que pueda tener, mayores lecturas, otras perspectivas, riquezas
de contenido y lograr, con esto, que la añorada y feliz tradición se
vivifique en la obra más contemporánea y se nos muestre más actual de lo que
normalmente se tiende a creer. Lo que sería, sin duda, otro mérito a añadir a la obra más contemporánea.
Mis parecidos
razonables son, de esta forma, un reto, un guante lanzado al aire para conocer la
tradición, para asumirla con todas sus consecuencias e interiorizarla porque de este modo conseguiremos que cualquier creación que afrontemos
pueda ser doblemente apreciada: por lo que es y por la contribución que nos aporta esa
tradición asumida e interiorizada; es decir, que no sea nuestra creación una
creación simplemente mimética respecto a la tradición sino que actualice a ésta y pueda darse aquélla aportando nuevos puntos de
vista e inscribiéndose, pasado un tiempo y con plenos derechos, en esa misma,
vasta y fructífera tradición.
Éste fue el caso de Nexos 6 y Walt Whitman (cfr, Nexus 6 & Walt Whitman, parecidos
razonables y… ¡felices fiestas!, en entrada del 23 de diciembre de 2016). Y éste es ahora el caso, motivo de la
presente entrada, de Bob “el Inglés”, Richard Harris en Sin perdón, y no casualmente apodado “el Inglés”, con Samuel
Johnson, autor de un monumental Diccionario
de la lengua inglesa, y uno de esos inmortales personajes que pulularon
por el Londres del siglo XVIII, al que muchos, no sin cierto criterio y para
sorpresa de muchos “continentales” (entre los que me incluyo), aún denominan el
“Siglo de Johnson” y protagonista, para terminar con este breve repaso a su
biografía, de la celebradísima Vida de
Samuel Johnson, que escribiera su amigo y biógrafo particular James Boswell
al igual, tampoco casualmente, que vemos en la película de Clint Eastwood con W.W.
Beauchamp, Saul Rubinek, que intenta escribir la vida y hazañas de Bob “el Inglés”.
Sí, otro parecido razonable dentro de un primer parecido razonable.
Leed sino el famoso diálogo de Bob “el Inglés” en la
barbería de Sin perdón, comparando a
la realeza (británica) con un simple presidente (americano). BOB “EL INGLÉS”: En la realeza hay majestad, dignidad, lo que
excluye la posibilidad de un asesinato. Verá si usted apuntara con un revólver
a un rey o una reina su mano temblaría como un flan. EL BARBERO: Yo no apuntaría a nadie con mi revólver.
BOB “EL INGLÉS” (cont.): Siempre es una
buena política, muy buena. Pero si lo hiciera le aseguro, si lo hiciera, la
visión de la realeza le obligaría a eliminar toda idea de derramamiento de
sangre, y se quedaría, ¿cómo lo diría?, extasiado. Ahora bien, un presidente,
¡oh, por favor!, ¿por qué no disparar a un presidente?
Y ahora leed y “oíd” a SAMUEL JOHNSON hablando sobre el Rey,
en el mencionado James Boswell, Vida de
Samuel Johnson, Ed. Acantilado, Barcelona, 2007, pp.392-393.: Señor mío, debe tener en cuenta que en
nuestra constitución, de acuerdo con sus auténticos principios, el Rey es la
cabeza del Estado, la suprema instancia: se halla por encima de todo lo demás,
y no hay poder por el cual se le pueda juzgar. Es por eso que sostenemos que
nada malo puede hacer el Rey, que todo lo que se pueda torcer y salir mal en el
gobierno no debe ser colocado más allá de nuestro alcance imputándosele a la Majestad. Siempre
habrá que resarcir la opresión, castigando a los agentes inmediatos de la
misma. Aun cuando lo ordene, el Rey no puede forzar a un juez a condenar
injustamente a nadie, por lo cual es al juez al que habremos de acusar y
castigar. Las instituciones políticas se forman sobre la consideración de
aquello que con mayor frecuencia tiende a redundar en bien de la totalidad,
aunque de vez en cuando se produzcan excepciones. Así pues, es mejor en términos
generales que la nación tenga un supremo poder legislativo aun cuando en
ocasiones pueda estar sujeto a abusos. Asimismo, señor mío, es preciso tener en
cuenta esta otra consideración (subrayada en el original): que si el abuso
fuera inmenso, la misma naturaleza se alzaría en su contra para reclamar sus
derechos originales y desbaratar un sistema político corrupto.
Sí, éstas son mi aclaración y mis parecidos; mis parecidos razonables; los que hacen crecer a Bob “el Inglés” a partir de la
tradición y del recuerdo que nos trae (o por lo menos me lo trae a mí) del
singular Samuel Johnson, y a éste crecer
también por añadidura, a pesar de los años trascurridos, con su contribución (siguiendo
las consignas de Clint Eastwood, por supuesto) a perfilar el carácter de Bob
“el Inglés”.
Los parecidos razonables hacen así más grande y rica la obra más contemporánea, o el excelente western de Clint Eastwood en este caso, consiguen a través de las felices sinergias que establecen con la tradición y el pre-juicio construir una más que saludable actualidad. Son ellos, mis parecidos razonables, los que se vuelven hacia el pasado para tomar desde el presente un mayor impulso hacia el futuro, los que sacan, en definitiva, enseñanzas de aquello que fue ayer para dignificar esto que estamos viendo hoy. Y con ello dignificar aún más si cabe la propia tradición.
Los parecidos razonables hacen así más grande y rica la obra más contemporánea, o el excelente western de Clint Eastwood en este caso, consiguen a través de las felices sinergias que establecen con la tradición y el pre-juicio construir una más que saludable actualidad. Son ellos, mis parecidos razonables, los que se vuelven hacia el pasado para tomar desde el presente un mayor impulso hacia el futuro, los que sacan, en definitiva, enseñanzas de aquello que fue ayer para dignificar esto que estamos viendo hoy. Y con ello dignificar aún más si cabe la propia tradición.
Por eso empezaba escribiendo que mis parecidos
razonables nunca valoran. Ninguna de las obras “parecidas” es mejor ni peor que
la otra. Simplemente una es
y la otra fue. Pero desde los
“parecidos” una, aquélla que fue, de un paso al frente y se actualiza, y la otra, aquélla que es ahora, se incorpora a
la tradición y se aspira a eternidad como la primera, como Samuel Johnson, y como... Bob “el Inglés”. De este modo ambas obras se ennoblecen.
Ambas salen, por igual, muy bien libradas del head to head: la obra del pasado porque su reminiscencia y presencia en una obra
más actual le sirve en bandeja aquello de la eterna juventud de los clásicos,
y la obra más contemporánea por aquello de representar a un presente que no se olvida
que sólo con y desde la tradición y lo pasado se puede sacar pecho y aspirar a ser todo un clásico, a ser verdaderamente el más moderno.
PS,- Menciono de pasada, y termino, que estoy dispuesto a defender que para la construcción de todos aquellos personajes que han protagonizado las diferentes películas que el cine inglés y hollywoodiense han situado en el siglo XVIII (Las amistades peligrosas, Valmont, etc.), la lectura de Vida de Samuel Johnson, los impagables diálogos y reflexiones de su protagonista han resultado para todos sus guionistas de una imprescindible ayuda.
PS,- Menciono de pasada, y termino, que estoy dispuesto a defender que para la construcción de todos aquellos personajes que han protagonizado las diferentes películas que el cine inglés y hollywoodiense han situado en el siglo XVIII (Las amistades peligrosas, Valmont, etc.), la lectura de Vida de Samuel Johnson, los impagables diálogos y reflexiones de su protagonista han resultado para todos sus guionistas de una imprescindible ayuda.
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