miércoles, 6 de abril de 2016

SIN PERDÓN: BOB "EL INGLÉS" & SAMUEL JOHNSON, PARECIDOS RAZONABLES. Y ACLARO...


Aclarando… Cuando en las entradas a este blog escribo mis “parecidos razonables” no pretendo establecer ninguna valoración comparativa entre las dos obras que se comparan razonablemente. No trato de decir que aquello porque fue primero fue mejor y que esto, por ser presente, peor o una burda copia del pasado. Con mis parecidos razonables ninguna de las partes está en litigio, ninguna queda por encima de la otra. No hay cruce de sables.

Mis objetivos no irían por ahí. Ni mucho menos. Yo voy a otra cosa. Quiero que veamos cómo asumiendo la tradición podemos conseguir que esto que estamos realizando hoy nos ofrezca, además de los valores intrínsecos que pueda tener, mayores lecturas, otras perspectivas, riquezas de contenido y lograr, con esto, que la añorada y feliz tradición se vivifique en la obra más contemporánea y se nos muestre más actual de lo que normalmente se tiende a creer. Lo que sería, sin duda, otro mérito a añadir a la obra más contemporánea.
 
Mis parecidos razonables son, de esta forma, un reto, un guante lanzado al aire para conocer la tradición, para asumirla con todas sus consecuencias e interiorizarla porque de este modo conseguiremos que cualquier creación que afrontemos pueda ser doblemente apreciada: por lo que es y por la contribución que nos aporta esa tradición asumida e interiorizada; es decir, que no sea nuestra creación una creación simplemente mimética respecto a la tradición sino que actualice a ésta y pueda darse aquélla aportando nuevos puntos de vista e inscribiéndose, pasado un tiempo y con plenos derechos, en esa misma, vasta y fructífera tradición.

Éste fue el caso de Nexos 6 y Walt Whitman (cfr, Nexus 6 & Walt Whitman, parecidos razonables y… ¡felices fiestas!, en entrada del 23 de diciembre de 2016). Y éste es ahora el caso, motivo de la presente entrada, de Bob “el Inglés”, Richard Harris en Sin perdón, y no casualmente apodado “el Inglés”, con Samuel Johnson, autor de un monumental Diccionario de la lengua inglesa, y uno de esos inmortales personajes que pulularon por el Londres del siglo XVIII, al que muchos, no sin cierto criterio y para sorpresa de muchos “continentales” (entre los que me incluyo), aún denominan el “Siglo de Johnson” y protagonista, para terminar con este breve repaso a su biografía, de la celebradísima Vida de Samuel Johnson, que escribiera su amigo y biógrafo particular James Boswell al igual, tampoco casualmente, que vemos en la película de Clint Eastwood con W.W. Beauchamp, Saul Rubinek, que intenta escribir la vida y hazañas de Bob “el Inglés”. Sí, otro parecido razonable dentro de un primer parecido razonable.
 
Y apuesto a que Clint tuvo en cuenta estas circunstancias, a partir del voluminoso libro de Boswell, casi 2000 páginas, a la hora de recrear a los personajes de Bob “el Inglés” y de W.W.Beauchamp. Y apostaría, a pesar de estar en estos momentos rozando las más altas cotas de la ruina, porque sé que esta mano no me la gana ni el Edward G. Robinson de El rey del juego.

Leed sino el famoso diálogo de Bob “el Inglés” en la barbería de Sin perdón, comparando a la realeza (británica) con un simple presidente (americano). BOB “EL INGLÉS”: En la realeza hay majestad, dignidad, lo que excluye la posibilidad de un asesinato. Verá si usted apuntara con un revólver a un rey o una reina su mano temblaría como un flan. EL BARBERO: Yo no apuntaría a nadie con mi revólver. BOB “EL INGLÉS” (cont.): Siempre es una buena política, muy buena. Pero si lo hiciera le aseguro, si lo hiciera, la visión de la realeza le obligaría a eliminar toda idea de derramamiento de sangre, y se quedaría, ¿cómo lo diría?, extasiado. Ahora bien, un presidente, ¡oh, por favor!, ¿por qué no disparar a un presidente?
 
Y ahora leed y “oíd” a SAMUEL JOHNSON hablando sobre el Rey, en el mencionado James Boswell, Vida de Samuel Johnson, Ed. Acantilado, Barcelona, 2007, pp.392-393.: Señor mío, debe tener en cuenta que en nuestra constitución, de acuerdo con sus auténticos principios, el Rey es la cabeza del Estado, la suprema instancia: se halla por encima de todo lo demás, y no hay poder por el cual se le pueda juzgar. Es por eso que sostenemos que nada malo puede hacer el Rey, que todo lo que se pueda torcer y salir mal en el gobierno no debe ser colocado más allá de nuestro alcance imputándosele a la Majestad. Siempre habrá que resarcir la opresión, castigando a los agentes inmediatos de la misma. Aun cuando lo ordene, el Rey no puede forzar a un juez a condenar injustamente a nadie, por lo cual es al juez al que habremos de acusar y castigar. Las instituciones políticas se forman sobre la consideración de aquello que con mayor frecuencia tiende a redundar en bien de la totalidad, aunque de vez en cuando se produzcan excepciones. Así pues, es mejor en términos generales que la nación tenga un supremo poder legislativo aun cuando en ocasiones pueda estar sujeto a abusos. Asimismo, señor mío, es preciso tener en cuenta esta otra consideración (subrayada en el original): que si el abuso fuera inmenso, la misma naturaleza se alzaría en su contra para reclamar sus derechos originales y desbaratar un sistema político corrupto.
 
Y perdonadme por la, seguramente, larga cita pero, ¿no podría ser Bob “el Inglés” quien pronunciara estas palabras, así como que fuera Johnson quien firmara su disertación sobre los atentados contra un presidente y la salvedad de la realeza? ¿No nos suenan en ambos discursos un mismo aire convincente, de gentleman, casi arrogante, una misma seguridad en lo que los personajes defienden, la misma presunción y autoridad británicas? ¿No podrían, en fin, los dos personajes, el real y el ficticio, desde el siglo XVIII al siglo XX, intercambiar sus papeles en la vida y sobre la blanca pantalla de una sala de cine?

Sí, éstas son mi aclaración y mis parecidos; mis parecidos razonables; los que hacen crecer a Bob “el Inglés” a partir de la tradición y del recuerdo que nos trae (o por lo menos me lo trae a mí) del singular Samuel Johnson, y a éste crecer también por añadidura, a pesar de los años trascurridos, con su contribución (siguiendo las consignas de Clint Eastwood, por supuesto) a perfilar el carácter de Bob “el Inglés”.

Los parecidos razonables hacen así más grande y rica la obra más contemporánea, o el excelente western de Clint Eastwood en este caso, consiguen a través de las felices sinergias que establecen con la tradición y el pre-juicio construir una más que saludable actualidad. Son ellos, mis parecidos razonables, los que se vuelven hacia el pasado para tomar desde el presente un mayor impulso hacia el futuro, los que sacan, en definitiva, enseñanzas de aquello que fue ayer para dignificar esto que estamos viendo hoy. Y con ello dignificar aún más si cabe la propia tradición.
 

Por eso empezaba escribiendo que mis parecidos razonables nunca valoran. Ninguna de las obras “parecidas” es mejor ni peor que la otra. Simplemente una es y la otra fue. Pero desde los “parecidos” una, aquélla que fue, de un paso al frente y se actualiza, y la otra, aquélla que es ahora, se incorpora a la tradición y se aspira a eternidad como la primera, como Samuel Johnson, y como... Bob “el Inglés”. De este modo ambas obras se ennoblecen. Ambas salen, por igual, muy bien libradas del head to head: la obra del pasado porque su reminiscencia y presencia en una obra más actual le sirve en bandeja aquello de la eterna juventud de los clásicos, y la obra más contemporánea por aquello de representar a un presente que no se olvida que sólo con y desde la tradición y lo pasado se puede sacar pecho y aspirar a ser todo un clásico, a ser verdaderamente el más moderno.

PS,- Menciono de pasada, y termino, que estoy dispuesto a defender que para la construcción de todos aquellos personajes que han protagonizado las diferentes películas que el cine inglés y hollywoodiense han situado en el siglo XVIII (Las amistades peligrosas, Valmont, etc.), la lectura de Vida de Samuel Johnson, los impagables diálogos y reflexiones de su protagonista han resultado para todos sus guionistas de una imprescindible ayuda. 

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