Este artículo fue publicado en el periódico Gara, en la p.45, el 10 de enero de 2013.
BENDITAS MINORÍAS
El Cine-Club FAS cumple este año
2013 60 años. Y sacando pecho. Desde 1953, primero en el cine de San Vicente y
actualmente en el Salón de Actos de la Iglesia del Carmen, ha permanecido siempre fiel a
su cita de los martes por la tarde con proyecciones de singulares películas y
posteriores y sabrosos coloquios (incluso se mantuvo una “peligrosa” función
aquel infausto 23-F), y que a más de un espectador atento le habrá enseñado
algo con lo que poder cargar, desde entonces, en su mochila vivencial, y que a
todos sin excepción nos ha enseñado a amar el cine. Incluso algunos, entre los
que me cuento (y también cuento a Alex de la Iglesia y a Urbizu y a tantos otros), a
atrevernos a realizar una película. Sí, me parece que todo esto no está nada mal
para empezar. Y seguir adelante.
Y sin embargo, yo no recuerdo desde
cuando formo parte del Cine-Club. Posiblemente desde hace casi, más o menos, 30
años. Ahora somos unos 160 socios. Y claro que nos gustaría que esa cifra fuera
en aumento, aunque tan sólo fuera por las puñeteras cuestiones económicas y por
esos balances “cuadrados” que tanto preocupan a los contables, pero yo estoy a
gusto con ese número. Me gusta formar parte de una minoría. Siempre estaré a
favor de una minoría, nos decía Nanni Moretti en Caro diario, aquella bonita película que dirigiera hace ya unos
cuantos años. Las minorías siempre tienen algo interesante que decir. Las
minorías huyen de los lugares comunes, porque para eso ya están las aburridas
mayorías voceando siempre las mismas “verdades”- ¡entrecomillas, por favor! Las
minorías, por el contrario, buscan siempre algo más. Algo diferente. Y hoy disfrutar
de la proyección de una película en pantalla grande es una “diferencia” que no
todo el mundo está en disposición de apreciar pero que yo creo que es uno de
esos placeres que no deberíamos permitir que se perdieran nunca. Eso, sin duda,
sí sería casi un pecado. Como el matar a un ruiseñor, sobre el que nos alertaba
Atticus Finch en otra excelente película. Sí, Atticus Finch: otra minoría. Por
eso decía antes que me sentía a gusto formando parte de ese grupo de
minoritarios. En la minoría, paradójicamente, todo tiene aún cabida. Me
recuerda “el antes de la revolución”, cuyo título usó Bertolucci para su
segunda película: ese maravilloso lugar o estado de ánimo donde nada se ha
consumado todavía y donde todo es posible.
Y si Elias Canetti se despertó un
día y dijo horrorizado aquello que “de repente todo estaba lleno de gente”, yo
me siento bien no siendo tanta mayoría, tanta “gente” y siendo más persona, más
“minoría”, o socio de un cine-club que no renuncia a incorporar nuevas
“minorías” a sus proyecciones del martes. Y que este año cumple 60 años. Sin
pensar en la jubilación. Eso, lo juro, ni se le ha pasado por la cabeza.
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