jueves, 27 de diciembre de 2012

UN BRINDIS PARA EL FIN DE AÑO

Y DESPIDAMOS AL AÑO COMO DIOS MANDA. SE ME OCURRE CON EL BRINDIS DE LA TRAVIATA DE VERDI YA QUE EL PRÓXIMO AÑO SERÁ EL DEL SEGUNDO CENTENARIO DE SU NACIMIENTO. Y NOSOTROS LE AJUSTAREMOS LAS CUENTAS DESDE ESTAS PÁGINAS. NADA SANGRANTE. SIMPLEMENTE UN PAR DE PUNTOS SOBRE LAS ÍES: UNA VUELTA DE TUERCA. ¡¡Y A DISFRUTAR!!


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HABLANDO UN POCO DE CINE (Y DEL SONETO 126)


Se nos acaba el año. Se nos terminaron las sesiones del Cine-club FAS 2012. Fue, y lo decimos sin muchos rodeos, un buen año (para los jodidos años que corren). Y una de las últimas proyecciones nos presentó a Lope, la película que Anducha (Waddintong) dirigió en 2010 centrándose en la juventud del magnífico poeta y dramaturgo: Lope de Vega, claro.

La película, y olvidándome del chiste fácil de que el nombre del director ya debía haberme alertado sobre sus deficiencias: “flacucha”, perdón Anducha, me sirvió en bandeja de plata un par de reflexiones. Y paso a referirlas. Y después descorcharemos el champán. Por las fechas que corren. Y no por mis ocurrencias. Ni por la calidad de la cinta de Anducha. Aunque a esto ya he aludido antes.

Así que la primera reflexión haría referencia al peligro eminente y evidente que atraviesan actualmente las cinematografías nacionales que basan un porcentaje importante o importantísimo de su producción en la participación en ella de los diferentes canales públicos y/o privados de televisión que operan en su territorio. Y un ejemplo flagrante de esto último sería el caso español.

Y si hablo de “peligro” lo hago en relación a que estas televisiones, con independencia de su mayor o menor sabiduría sobre asuntos exclusivamente cinematográficos, buscan ante todo la consecución de cuantiosas recaudaciones y rendimientos que les permitan cuadrar sus (endiabladas) cuentas de resultados, y esas (malditas) obligaciones de-invertir-en-cine que en muchas ocasiones se les impone desde las legislaciones estatales.

Aunque una vez pasado el susto cualquier cadena televisiva sabe sobreponerse y llevar el “castigo” con mayor o menor entereza. ¿Qué hacer?, se preguntan sus avezados directivos. Copiemos, contestan, con mayor o menor disimulo, los éxitos cinematográficos de otras cinematografías más reconocidas, con o sin justicia, y más prestigiosas, con o sin justicia, que la nuestra. Y pronuncian, entonces, al unísono: “¡Hollywood, los americanos! Porque es el cine que más a mano está, el que todos conocen; quizás, el único que conoce la mayoría de los directivos. Y luego, incluso, alguno de esos directivos, más culto y con más tablas que los demás se atreverá a ir más lejos y proponer,  Shaskespeare in Love! (porque aunque sea medio inglesa, sus actores y actrices hablan en inglés)  Y a continuación ese mismo directivo con más tablas que los demás, ya envalentonado, soltará la numerosísima lista de premios (Óscars incluidos) recibidos y las aparatosas cifras de recaudación para proponer, al fin, la gran cuestión: ¿Y por qué no hacemos nosotros, españoles, lo mismo? Y tras un brevísimo intervalo de silencio (porque todos están, en el fondo, pensando en irse a comer) el resto de directivos con menos tablas sonreirán satisfechos, alguno dirá, ”¡gran idea”!, y todos se frotarán las manos, aunque la calefacción está encendida a tope (¿quién habló de crisis?). Y así habrá nacido un proyecto: Lope in Love o, por no resultar demasiado descarados, Lope (a secas).

Y hasta aquí la cosa puede pasar. Puede, incluso, que esté bien. La concatenación de razonamientos que nos llevan hasta el diseño de la película no parece, a priori, errónea. Ni parece tener vías de escape que le pudieran hacer zozobrar y hundirse a los pocos días de haber iniciado su periplo comercial. Pero el problema (¡y muy gordo!) ha surgido, mucho antes, ¡a los pocos minutos de haber comenzado su primera proyección!, y para cualquier espectador que haya decidido ver la película sin tiritas en los ojos.

Enunciado en una escueta frase, el problema podría se el siguiente: ¡Esta película me suena! Y éste es un problema que va más allá de las supuestas calidades de las cintas que se entremezclan en nuestras cabezas de espectadores. Yo, personalmente, y sin tirarme de los pelos, puedo preferir Shakespeare in Love pero ése no es el verdadero asunto. El asunto crucial es que Lope, al tratar de copiar y seguir las estelas de Shakespeare in Love se ha quedado vacía de contenido. Se ha quedado sin nada que añadir o, lo que es lo mismo, sin nada que decir. Y esto sí que es ya muy grave. Porque, ¿si Lope no dice nada para qué se pagan 7€ por entrar a verla? El dejá vu nos recorre como el filo de una navaja el espinazo. La personalidad brilla por su ausencia. Y el arte (porque el cine es un arte, ¿o no?- tal vez aquí esté HOY el auténtico quid de la cuestión) sin personalidad no deja de ser más que nunca una bolsa de palomitas, una sala oscura, el aire acondicionado y el acomodador iluminándonos amablemente la butaca que hemos adquirido durante dos horas. El resto, lo que se proyecta sobre la pantalla, es sin duda lo de menos o un “más de lo mismo”.

Y si estamos hablando de cine habrá que puntualizar que la personalidad se percibe directamente en eso que algunos pedantes continuamos llamando “puesta en escena”. La puesta en escena hace DIFERENTES a los directores y a las películas. Nos obliga a NO CONFUDIRLAS. Y a defender que Fellini no es Bergman ni Tarkovski ni Howard Hawks. La puesta en escena nos permite mirar desglobulizadamente. Porque, sin-personalidad, globalizadamente, ¿qué más nos da que, por ejemplo, Lo imposible sea dirigida por Bayona o por cualquier otro director “globalizado”, bien adocenado e instruido en los lugares comunes? Claro, cuando muchos valen para lo mismo, “lo mismo” pierde todo su valor. Y los “muchos” ven su cachet reducido. ¡Negocio redondo! Claro, muchos pueden hacer lo mismo. Esta fue la primera reflexión. La segunda fue más breve. Y gratificante.

Y es que, incluso, en las peores circunstancias globalizadas surge la magia, el ARTE con mayúsculas, y éste hacer (como me ocurrió a mí) que los pelos se me pongan de punta. Y me pasó, y sin salirme de Lope. Cuando ya lo daba por imposible. Fue durante su último plano, .cuando una perfecta voz en off comenzó el recitado del magno Soneto 126 de Lope. Y comprendí, entonces, que la personalidad es algo inimitable, que no se encuentra a la venta en ningún bazar ni centro comercial. Y que el arte auténtico, ese ARTE con mayúsculas no puede copiarse. Se tiene o no se tiene. O sale por sí solo, de las entrañas, o no sale nunca ya que si lo copiamos ya no es arte sino, apenas, una vulgar imitación o calcamonía. Que nos hable Lope y callemos el resto. Escuchad su Soneto126:

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
Áspero, tierno, liberal, esquivo,
Alentado, mortal, difunto, vivo,
Leal, traidor, cobarde y animoso;
No hallar fuera del bien centro y reposo,
Mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
Enojado, valiente, fugitivo,
Satisfecho, ofendido, receloso;
Huir el rostro al claro desengaño,
Beber veneno por licor suave,
Olvidar el provecho, amar el daño;
Creer que un cielo en un infierno cabe,
Dar la vida y el alma a un desengaño;
Esto es amor, quien lo probó lo sabe.
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