Se nos acaba el año. Se nos
terminaron las sesiones del Cine-club FAS 2012. Fue, y lo decimos sin muchos rodeos,
un buen año (para los jodidos años que corren). Y una de las últimas
proyecciones nos presentó a Lope, la
película que Anducha (Waddintong) dirigió en 2010 centrándose en la juventud
del magnífico poeta y dramaturgo: Lope de Vega, claro.
La película, y olvidándome del
chiste fácil de que el nombre del director ya debía haberme alertado sobre sus
deficiencias: “flacucha”, perdón Anducha, me sirvió en bandeja de plata un par
de reflexiones. Y paso a referirlas. Y después descorcharemos el champán. Por
las fechas que corren. Y no por mis ocurrencias. Ni por la calidad de la cinta
de Anducha. Aunque a esto ya he aludido antes.
Así que la primera reflexión haría
referencia al peligro eminente y evidente que atraviesan actualmente las
cinematografías nacionales que basan un porcentaje importante o importantísimo de
su producción en la participación en ella de los diferentes canales públicos
y/o privados de televisión que operan en su territorio. Y un ejemplo flagrante
de esto último sería el caso español.
Y si hablo de “peligro” lo hago en
relación a que estas televisiones, con independencia de su mayor o menor
sabiduría sobre asuntos exclusivamente cinematográficos, buscan ante todo la
consecución de cuantiosas recaudaciones y rendimientos que les permitan cuadrar
sus (endiabladas) cuentas de resultados, y esas (malditas) obligaciones de-invertir-en-cine
que en muchas ocasiones se les impone desde las legislaciones estatales.
Aunque una vez pasado el susto
cualquier cadena televisiva sabe sobreponerse y llevar el “castigo” con mayor o
menor entereza. ¿Qué hacer?, se preguntan sus avezados directivos. Copiemos, contestan,
con mayor o menor disimulo, los éxitos cinematográficos de otras
cinematografías más reconocidas, con o sin justicia, y más prestigiosas, con o
sin justicia, que la nuestra. Y pronuncian, entonces, al unísono: “¡Hollywood,
los americanos! Porque es el cine que más a mano está, el que todos conocen;
quizás, el único que conoce la mayoría de los directivos. Y luego, incluso,
alguno de esos directivos, más culto y con más tablas que los demás se atreverá
a ir más lejos y proponer, Shaskespeare
in Love! (porque aunque sea medio inglesa, sus actores y actrices hablan en
inglés) Y a continuación ese mismo
directivo con más tablas que los demás, ya envalentonado, soltará la numerosísima
lista de premios (Óscars incluidos) recibidos y las aparatosas cifras de
recaudación para proponer, al fin, la gran cuestión: ¿Y por qué no hacemos
nosotros, españoles, lo mismo? Y tras un brevísimo intervalo de silencio
(porque todos están, en el fondo, pensando en irse a comer) el resto de
directivos con menos tablas sonreirán satisfechos, alguno dirá, ”¡gran idea”!,
y todos se frotarán las manos, aunque la calefacción está encendida a tope
(¿quién habló de crisis?). Y así habrá nacido un proyecto: Lope in Love o, por no resultar demasiado descarados, Lope (a secas).
Y hasta aquí la cosa puede pasar.
Puede, incluso, que esté bien. La concatenación de razonamientos que nos llevan
hasta el diseño de la película no parece, a priori, errónea. Ni parece tener
vías de escape que le pudieran hacer zozobrar y hundirse a los pocos días de
haber iniciado su periplo comercial. Pero el problema (¡y muy gordo!) ha
surgido, mucho antes, ¡a los pocos minutos de haber comenzado su primera proyección!,
y para cualquier espectador que haya decidido ver la película sin tiritas en
los ojos.
Enunciado en una escueta frase, el
problema podría se el siguiente: ¡Esta película me suena! Y éste es un problema
que va más allá de las supuestas calidades de las cintas que se entremezclan en
nuestras cabezas de espectadores. Yo, personalmente, y sin tirarme de los
pelos, puedo preferir Shakespeare in Love
pero ése no es el verdadero asunto. El asunto crucial es que Lope, al tratar de copiar y seguir las
estelas de Shakespeare in Love se ha
quedado vacía de contenido. Se ha quedado sin nada que añadir o, lo que es lo
mismo, sin nada que decir. Y esto sí que es ya muy grave. Porque, ¿si Lope no dice nada para qué se pagan 7€
por entrar a verla? El dejá vu nos
recorre como el filo de una navaja el espinazo. La personalidad brilla por su
ausencia. Y el arte (porque el cine es un arte, ¿o no?- tal vez aquí esté HOY
el auténtico quid de la cuestión) sin personalidad no deja de ser más que nunca
una bolsa de palomitas, una sala oscura, el aire acondicionado y el acomodador
iluminándonos amablemente la butaca que hemos adquirido durante dos horas. El
resto, lo que se proyecta sobre la pantalla, es sin duda lo de menos o un “más
de lo mismo”.
Y si estamos hablando de cine habrá
que puntualizar que la personalidad se percibe directamente en eso que algunos
pedantes continuamos llamando “puesta en escena”. La puesta en escena hace
DIFERENTES a los directores y a las películas. Nos obliga a NO CONFUDIRLAS. Y a
defender que Fellini no es Bergman ni Tarkovski ni Howard Hawks. La puesta en
escena nos permite mirar
desglobulizadamente. Porque, sin-personalidad, globalizadamente, ¿qué más
nos da que, por ejemplo, Lo imposible
sea dirigida por Bayona o por cualquier otro director “globalizado”, bien
adocenado e instruido en los lugares comunes? Claro, cuando muchos valen para
lo mismo, “lo mismo” pierde todo su valor. Y los “muchos” ven su cachet
reducido. ¡Negocio redondo! Claro, muchos pueden hacer lo mismo. Esta fue la
primera reflexión. La segunda fue más breve. Y gratificante.
Y es que, incluso, en las peores
circunstancias globalizadas surge la magia, el ARTE con mayúsculas, y éste hacer
(como me ocurrió a mí) que los pelos se me pongan de punta. Y me pasó, y sin
salirme de Lope. Cuando ya lo daba
por imposible. Fue durante su último plano, .cuando una perfecta voz en off
comenzó el recitado del magno Soneto 126 de Lope. Y comprendí, entonces, que la
personalidad es algo inimitable, que no se encuentra a la venta en ningún bazar
ni centro comercial. Y que el arte auténtico, ese ARTE con mayúsculas no puede
copiarse. Se tiene o no se tiene. O sale por sí solo, de las entrañas, o no
sale nunca ya que si lo copiamos ya no es arte sino, apenas, una vulgar
imitación o calcamonía. Que nos hable Lope y callemos el resto. Escuchad su
Soneto126:
Desmayarse,
atreverse, estar furioso,
Áspero,
tierno, liberal, esquivo,Alentado, mortal, difunto, vivo,
Leal, traidor, cobarde y animoso;
No hallar fuera del bien centro y reposo,
Mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
Enojado, valiente, fugitivo,
Satisfecho, ofendido, receloso;
Huir
el rostro al claro desengaño,
Beber
veneno por licor suave,Olvidar el provecho, amar el daño;
Creer
que un cielo en un infierno cabe,
Dar
la vida y el alma a un desengaño;Esto es amor, quien lo probó lo sabe.
Amigo Garzón:
ResponderEliminarCreo que a ustedes los cineastas les ocurre lo que a los médicos respecto de sí mismos: que son malos pacientes, en el caso de ustedes críticos severos. Doy por buenas las consideraciones acerca del arte que usted escribe y las comparto, pero lo cierto es que esa escena final que relata con la recitación del soneto creo que vale por toda la película, y -sin hacerla artística- la dota de un punto sublime para lo que usted califica como una mediocridad, pues lo cierto es que sólo a veces palabras tan hermosas y tan bellamente combinadas nos embargan el entendimiento y nos dan una sensación placentera que yo identifico con el arte.