miércoles, 13 de marzo de 2024

QUÉ POCO ESPAÑOL ES LO LATINO

El otro día, sé que no fue ayer sino hace más tiempo, ¿cuánto?... ni idea, por eso lo del "otro", pues eso el otro día vi a través de la imprescindible plataforma de medici.tv un concierto interpretado por la conocida como Orquesta de las Américas en la que juntan destacados y jóvenes intérpretes de diferentes nacionallidades americanas. Sonaba la música y el público asistente aplaudía a rabiar. Incluso, entre tema y tema, la gente, no contenta sino lo siguiente, hacía ondear banderas de sus respectivos países. Y así pude ver banderas argentinas, banderas puertoriqueñas, banderas mexicanas, banderas chilenas, banderas venezolanas..., hasta ¡banderas estadounidenses! y ¡¡banderas canadienses!! Sí, todo era alegría, el verdadero fiestón de las Américas. Y viendo todo aquello me embargó una cierta envidia, y más aún cuando por ningún lado se veía, ni se esperaba ver supongo, una banderita, ni tan siquiera un broche o una insignia que nos recordara a nosotros, a la España de Cristóbal Colón, me refiero.

Claro, me direis, España no está en América. Cierto. Pero dicen que son tantos los vínculos que nos unen con aquellas tierras del otro lado del charco, que sentí como que la echaba de menos, que debería de haber estado allí. Pero no. Me equivocaba. Y viene ahora la reflexión. Porque escuchando y presenciando el concierto de la mencionada Orquesta de la Américas se me hizo, de pronto, una luz, y esa luz me hablaba y me decía de que esos vínculos de los que tanto hablamos y de los que tantos se nos llenan las bocas, sobre todo o principalmente, a nosotros los españoles, no son tales para los otros, para los americanos o, por lo menos, no lo son tan férreos. Exceptuando el idioma, aunque éste, incluso, ma non troppo ya que aún dejando, y por motivos obvios, al portugués, al inglés o francés que hablan brasileitos, estadounidenses o canadienses a un lado, no es muy fácil entender el español de un oriundo de Bolivia, o de Perú, o ¡de Argentina, boludo!

Y, por ahora, me freno, paro y me vuelvo al concierto. Porque la música que escuché, el repertorio que la Orquesta de las Américas iría desgranando durante hora y media,  fue puramente latino pero sobre los vínculos, sobre las influencias españolas, y hablaría de Falla, Albéniz, y del que se te pudiera ocurrir, cero-patatero. Incluso escuché música con ecos europeos, pero acordes franceses en su mayor parte. Y España a verlas venir, o a escuchar, como era el caso.

Y si ahora nos cambiamos de Arte y nos pasamos al 7º; esto es, al Cine, ¿qué podríamos añadir? Pues un más de lo mismo. Y aún a riesgo de ser tachado de anti-patriota que nunca he pensado que pudiera serlo- simplente porque las patrias me pillan siempre a desmano. Pero, ¡sed sinceros!: cualquier semejanza entre el Cine Español y el Cine Latinoamericano es pura coincidencia. Nos empeñamos en no subtitular sus películas- vade retro, Satanas!- y no entendemos ni jota. Reconozcámoslo. Y os invito a que escogáis dos películas, conocidillas a ser posible, y una de cada lado del Atlántico, y habladas en castellano, para que no penséis que juego con ventaja, porque incluso en estas circunstancias, ¿con qué nos encontramos?

Con Belle Epoque, de Fernando Trueba y con Un lugar en el mundo, de Aristarain, por ejemplo. Y tal vez, en el blanco del ojo se parezcan. Lo concedería. Pero ahí me planto. Y, ¿si pruebo otra vez? Ahora con dos comedias, mismo género, mismo idioma, ¿alguien daría más? Y me acuerdo de la popular Torrente, el brazo tonto de la ley, de Segura y de los Relatos salvajes, de Szifrón. Sí, otro blanco del ojo. Más de lo mismo. Entonces, qué pasa. O peor "escrito", qué nos pasa. ¿Se habrá consumado el desastre del 98, en todos sus aspectos y consecuecias?, ¿se habrán perdido ya no sólo las tierras que, una vez, poseimos al otro lado, y no de la cama precisamente (ya que hablamos de cine) sino también, y esto sería lo más triste e irrevesible del asunto, el carácter, el alma que habríamos plantado en ellas? Suena terrible pero así lo oigo yo cuando escucho a la Orquesta de la Américas o así lo veo yo cuando veo El secreto de sus ojos, de Campanella y, sin equivocarnos de título y sala, La flor de mi secreto, de Almodovar. Incluso participada, y en suculenta y buena medida, por capital español, la película de Campanella tiene de español lo que de porcelana podría tener un botijo. Sí, el sólo el dinero tampoco hizo nunca al monje.

Pero entonces, y repito la pregunta ¿qué nos pasa?¿Nos hemos quedado, y en contra de lo que nuestra pertenencia a la OTAN o al Mercado Común pudiera sugerirnos, aislados en una isla desierta, al margen de todo y de todos, gritando, por dar el cante y por hacernos oír más que nada, Spain is different!, y a lo que ahora, cuando hasta nuestros hermanos- sic- del otro lado nos han dicho adiós con la mano, habría que añadir different... and ALONE?

Me gustaría hacerme entender, ¿o tendremos aún aquel maldito tufillo pegado a la piel que nos designaba como "el imperio donde jamás se ponía el sol" y que nos hacía terriblemente anipáticos a los ojos del resto del mundo (América, incluida por supuesto)? Demasiado hidalgos, de los lanza en astillero, adarga antigua... por recurrir a las inmortales páginas de El Quijote. Así que hoy en día, cuando el viento no sopla, precisamente, en nuestro favor (¡cuántos frentes abiertos por nuestra propia cuenta y riesgo!), ese resto del mundo habría descubierto que darnos, por fin, la puntila, la estocada definitiva está al alcance de sus manos.

Nunca les hemos sido simpáticos. Para qué engañarnos. Siempre nos han tenido por el cuello. Les encanta nuestro clima, nuestro radiante sol. Pero el sol no es nuestro. Sólo nos ha caído del cielo. Por longitud y latitud; o sea, por casualidad. Y por eso no nos van hacer la ola. Así que afilan los dientes, y los cuchillos por si fallaran aquellos. Y nosotros, a componérnoslas por nuestra cuenta y riesgo. No es que estemos en una isla perdida en medio del océano, sino que nosotros somos esa isla. Y si pedimos ayuda que nadie se extrañe si no ve aparecer un mañoso bombero que apague esta olla en la que nos estamos cociendo solitos y a fuego lento.  


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