Y termino con Stevenson. De momento, porque estas cosas tienen los imprescindibles: que son inagotables. Y leyendo al escritor escocés me ha venido a la cabeza Franz Schubert. Incluso el mismo Stevenson lo habría reconocido en la nota que sucede al título de su poema El vagabundo: para una melodía de Schubert, que no puede ser otra, en mi modestísima opinión, que el conmovedor organillero, el lieder con el que el músico germano cierra su increíble Viaje de invierno, y que ya incluí en este mismo blog alguna vez (no me acuerdo cuándo), ahora con Daniel Barenboim al piano y el extraordinario barítono Thomas Quasthoff, y en el que se retrata a un organillero al que el mundo no presta ninguna atención, menos aún que al pobre vagabundo stevensoniano. Así que almas gemelas, el vagabundo y el organillero. Así que más parecidos razonables. Así que aquí os los dejo, juntos, nunca revueltos, uno detrás del otro…
El vagabundo
(Para una melodía de
Schubert)
Dadme la vida que amo,
Dejadme junto al río,
Dadme el alegre cielo sobre mi cabeza
Y un sendero amigo (cerca de mí).
Cama en el matorral cara a las estrellas,
Pan para mojar en el río:
Ésa es la vida que un hombre como yo ama,
Esa vida y para siempre.
Que lo que ha de suceder ahora o mañana
Suceda.
Dadme la paz de la tierra alrededor
Y un camino ante mí.
No busco riqueza, esperanza, ni amor,
Ni tan siquiera un amigo.
Todo lo que busco es el cielo sobre mi cabeza
Y un camino para mis pies.
Dejad que el otoño caiga sobre mí
Mientras vagabundeo por los campos,
Callarán los pájaros
Y yo mordisquearé mis dedos azules de frío.
La escarcha brilla sobre los campos.
El hogar estará caliente.
¡Pero no he de rendirme ante el otoño
Ni siquiera ante el invierno!
Que lo que ha de suceder ahora o mañana
Suceda.
Dame la paz de la tierra alrededor
Y un camino ante mí.
No busco riqueza, esperanza, ni amor,
Ni siquiera un amigo.
Todo lo que busco es el cielo sobre mi cabeza
Y un camino para mis pies.
El Organillero
En las afueras del pueblo
hay un organillero.
Y con dedos entumecidos
le da a la cuerda penosamente.
Se tambalea desnudo
sobre el hielo
Y su platillo siempre
esta vacío.
Nadie quiere oírle, nadie le mira.
Y los perros gruñen alrededor
del pobre viejo.
Y el lo ignora todo,
no se inmuta.
Da cuerda a su organillo,
nunca para.
Viejo extraño,
¿Voy contigo?
¿Harás girar tu organillo
para mis canciones?
No hay comentarios:
Publicar un comentario