Se ha tocado a rebato. Ya no valen
las medias tintas. Jugamos con todo el equipo. El problema esta ahí. Es el nº
1. El problema nº 1. Cataluña se quiere marchar. Se quiere desgajar. Dejar la
naranja española sin uno de sus gajos. Y lo que es peor: pelada y entreabierta.
Porque como se desgaja una naranja sin tener que pelarla previamente. Y
abrirla. O desangrarla. Vamos a lo que vamos.
Porque si a Cataluña se le da
el”brazo”, ¿quién vendrá luego a pedir el otro brazo cuando no, ya puestos, la
mismísima cabeza? Los interesados que se pongan a la cola. Y ahí que se iría
Euskadi, la primera. Siempre reclamando su turno. O sus derechos. Y luego,
¿quién sabe? Cuando un buque hace aguas hasta las ratas (y que nadie se sienta
aludido u ofendido) quieren escaparse de las bodegas y saltar al agua… aunque
no sepan nadar. Son, quizás, los efectos de la histeria, los recuerdos del
Titanic.
Pero repito: vamos a lo que vamos.
Cataluña pide el brazo. Y España lo sabe. Entre otras cosas porque los
catalanes no se andan con chiquitas y se lo han pedido a la cara. O el otro día
en el Congreso. Y España entonces, ¿qué? Hace lo que puede. Ofrece diálogo. O tiende
la mano. Aun a riesgo de que, si el refrán se cumple a rajatabla, después le cojan
y le arranquen el brazo. Pero confía en que el refrán vuelva a fallar. Como
sucede muchas veces. Que para el 40 de mayo ya nos hemos quitado el sayo hace
ya por lo menos… dos semanas. Y ahí que España, con todos sus arsenales puestos
de acuerdo (medios de comunicación, en primer lugar) tiende la mano a Cataluña.
Y que, después, sea lo que sea. O pase lo que pase. O de perdidos al río. Y
empezamos, entonces, con lo que me está llamando últimamente la atención.
O, por ejemplo, ¿cuántas veces ha
visitado este año 2014 algún miembro de la Casa Real Cataluña? Eso es tender la mano. Lo que algún chiquillo
deslenguado llamaría hacer la pelota. En esto todos los españoles remando en la
misma dirección. Hay que sacrificarse. Quemar hasta las últimas balas. Porque
lo que vendría a continuación ni imaginárselo quieren. La naranja abierta. Y
desgajada. Y “tocada” también. O con muy mala pinta.
O, ¿quieren otro ejemplo? El
fallecimiento de Tito Vilanova, el ex - entrenador del Barcelona que ganó una
Liga, que batió el record de puntos, y que murió de un maldito cáncer con 45
años y sin tiempo de decir “esta boca es mía”. Me permito un inciso. El
Francotirador que nos acecha desde las alturas continúa haciéndonos la vida imposible.
¡Desde hace cuánto tiempo! Todos hablan de Él pero nadie le ha visto aún. Nos
caza a millones todos los años. En grupos o a solas. Tiene especial preferencia
por las personas ya entradas en años. Pero a veces se encapricha con los que
aún no han llegado a los 50. Como Tito. También parece que prefiere a los
negritos. De África a ser posible. Pero muchas veces se fija y encuadra
(siempre certero) a los blanquitos. Y de Europa. Como a Tito. Esto nos mete en
un jaleo que parece que no tiene solución. El Francotirador es un Tipo que
parece que se mueve sin razones. Que no obedece a ningún Gobierno. Que va por
libre. Y eso puede hacerle muy peligroso. Apostado entre las nubes o,
posiblemente, desde mucho más arriba parece que no se cansa de darnos caza. ¿Acaso
de divierte así? Yo ni lo sé ni me importa. Creo que es la conclusión a la que
he llegado después de darle muchas vueltas al asunto y de leer algún libro que
otro. O es, por lo menos, la solución más saludable. Por lo menos, para mí. La
que me permite conciliar el sueño, con más o menos dificultades sí, pero más o
menos llevaderas también, todas las noches. Y la solución que me permito
aconsejar a todos para así podernos concentrar en otras historias.
Por ejemplo en ésta que no es sino
otra versión de la pregunta que antes planteaba. O, ¿no es a todas luces
excesiva la dedicación, ¡por parte del ABC! (ya conocemos su “patita”), de una
portada de forma íntegra, y vuelvo con él, al bueno de Tito? Creo,
sinceramente, que esto es otra mano.
Como el minuto de silencio a los sones de Ennio Morricone y del precioso tema
de Hasta que llegó su hora
(¡emblemático título, por cierto!) que le dedicó al desafortunado entrenador la
sección de baloncesto del Real Madrid, con sus jugadores luciendo crespones
negros en sus blancas camisetas en el decisivo partido que les enfrentaba al
Olympiakos griego en su lucha por alcanzar la Final Four de Turín.
Pues eso: otra mano.
Y, ¿qué decir de una de las semifinales
y la final del Trofeo catalán Conde
de Godó de tenis que TVE tiene anunciadas para emitir a través de ¡su primer
canal! ¿No es también excesivo para un Torneo 500 de la ATP , o sea, que ni es un Grand
Slam ni un Master 1000, pueda ocupar la
parrilla vespertina del fin de semana de la principal cadena de televisión estatal?
Sí, eso es eso: otra mano.
Y de aquí al mes de noviembre me
atrevo a pronosticar que veremos muchas más manos. Y, ¿en qué terminará todo
esto? ¿Cuántas manos se podrán lanzar a Cataluña? ¿Habrá manos de sobra? Yo no
me aventuraría a hacer un pronóstico. Y me conformaría con mirar a los toros
desde la barrera. En el fondo me gusta que se tiendan manos. Y que éstas
parezcan infinitas, inagotables. A las manos suelen seguirles los saludos, los
apretones y, a veces, … ¡hasta los abrazos! Pero en una mano tendida siempre hay
buen rollo. Y eso me gusta. ¿A quién puede no gustarle? Si además conservamos
aún el brazo. Que ése sí que no tiene vuelta. Cuando la mano se da, se reclama
al mismo tiempo a la otra. Se desea aquel buen rollo del que hablaba antes. Aunque
también es verdad: ¿hasta cuándo podremos estar jugando a “este buen rollo”? Ni
idea. Supongo que será cuestión de esperar. Esperar acontecimientos, hechos. Wittgenstein ya nos advertía que
de hechos está realmente construido el mundo. Ellos nos dirán, al final, si
tantas manos han merecido la pena, si tantas han servido para algo; para que la
naranja, por lo menos, continúe sin pelar y con todos sus gajos intactos... O
si, por el contrario, llevamos los pantalones en los tobillos, y no podemos dar
ni un paso sin tropezar y caernos de morros con el culo al aire. Porque a
tender la mano también algunos, no tan finos, le llaman directamente “bajarse
los pantalones”. Y no es tan seguro que estén en un error.
Al final, los hechos dictarán
sentencia. Como siempre. ¿Para qué precipitarse, entonces? Sólo pedimos que no
nos tomen demasiado el pelo. Ni que nos den gato por liebre. Porque algunos sí conocemos
a ciertos “animales”.
PS.: Aunque las manos sigan
quedándose en el aire esperando, ¿¡hasta cuándo!?, ser estrechadas. El pase del
Real Madrid a la final de la
Champions 2014, después de su victoria (0-4)
contra el Bayern de Guardiola, apenas si tuvo reflejo en las portadas de los
principales periódicos catalanes. ¡Lástima!
PS#2: Y sin embargo ahí que va otra mano: el programa de TVE 24 horas se emitirá una vez al mes desde Barcelona. Sin duda para que sus protagonistas tengan más a mano (y valga otra redundancia) unos micrófonos y altavoces de mayor alcance y difusión.
Amigo Garzón: Yo también tiendo mi mano a los catalanes y me apena -por un lado- que tantos conciudadanos hayan malgastado tiempo y esfuerzos en vilipendiar un territorio (Cataluña) y unas aspiraciones (nuevo estatut que arruinó nada menos que el Tribunal Constitucional tardando la friolera de cinco años en dictar sentencia) de una mayoría de gente (los catalanes) a la que se ha escarnecido con pasión. Pero igualmente, me apena y me duele que haya unos profesionales del malestar (los perennes insatisfechos) que siempre sufren (son unas víctimas) por daño ajeno, y que permanentemente aspiran a no estar contentos jamás, de modo que es inútil pretender satisfacerlos porque -por definición y esencialmente- necesitan estar a disgusto para justificar su marcha de cualquier espacio compartido. Y estas son las penas que sobrellevamos con la mano tendida los que creemos en esta España inclusiva, plurilingüe y pluricultural, en la que todos podemos estar cómodos en cuanto unos dejen de vilipendiar a otros, y estos comiencen a fijar su nivel de satisfacción sin cambiarlo cada veinte años para justificar su adiós. ¡Joder! qué cansino es buscar siempre el equilibrio entre estas dos fuerzas malsanas. Un abrazo amigo Garzón.
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