Hombre refranero, hombre majadero
(Se lo dijo a mi mujer una amiga)
Llevo cierto tiempo de asueto.
Respecto a
lavueltaylatuerca. Lo
reconozco. Y agacho la cabeza para recibir las correspondientes y bien
merecidas tollejas. Pero es que en estos momentos ando
liándome. Y me explico. He iniciado la redacción de un nuevo libro
y ya sabéis los que me conocéis, y a los que no se lo cuento ahora, empezar para
mí a escribir un nuevo libro viene a ser como si de repente tu mujer te suelta
una buena tarde que ha ido al ginecólogo y que está esperando trillizos. Pero como
el techo de la cocina no puede caérsete encima de la cabeza cuando a ti te da
la gana es el mundo el que, en su lugar, empieza a dar vueltas y vueltas a tu
alrededor, te marea, se te seca la boca, tragas y tragas saliva y te aclaras la
voz antes de preguntar tontísimamente, y como si fuera la cosa más natural del
mundo, ¿de verdad? A lo que ella dice sí, sí, sí (
tres veces por si alguien se ha olvidado de contar).
El mundo, entonces, es cierto no se
para pero se mueve de una forma diferente, girando y girando, y lo que antes
ocupaba un espacio, más o menos, primario en tu vida pasa a retroceder y a
esconderse detrás de otros asuntos que pasan a ocupar, ahora, esos espacios
primarios en tu mollera (que, ni que decir tiene, tampoco está ya para demasiados
trotes). Y son estos asuntos del tipo de los trillizos imaginados o del nuevo
libro, éste no imaginado sino con pretensiones de hacerse realidad los que han
mantenido apartado de lavueltaylatuerca.
Aunque soltaré una pequeña primicia antes de adentrarme en el tema que hoy quiero
tratar con todos vosotros/as, y que sirva para paliar mi (impresentable) mala
cabeza: el nuevo libro será un libro sobre el silencio pero en el que se hablará sobre poesía, filosofía y cine. Así
que tendré la mejor compañía durante los próximos meses ya que esto de escribir
siempre va para largo. Por lo menos en lo que a mí respecta.
Aunque vamos ya a lo que vamos. Esta
tarde voy a referirme al refranero. Y lo traeré a colación porque si en su día
decidí llamar a este blog
lavueltaylatuerca no fue por otro motivo que el de buscar-la-boca,
meter-las-narices (figuradamente, claro) en todas aquellas cosas que damos por
supuesto y que están muy claro y que, en realidad, ni están tan claras ni
deberíamos haberlas dado por tan
supuestas.
Y el refranero casa con estos
presupuestos a la perfección. Podría constituirse casi en su auténtica razón de
ser. El refranero o el lugar común. El refranero o las verdades que son mentira
pero que, aún y así, se resiste a dar el brazo a torcer y continúa creyéndose
sabio (sic). Sí, la gente lo dice muy
convencida, el refranero es sabio. Aunque yo añadiría, ¿cómo no va a serlo si
se apunta a las duras y a las maduras, al negro y al blanco, al favor y al
contra? Un ejemplo: No hay dos sin tres.
Y a continuación: A la tercera va la
vencida. ¡Claro, de esta manera se acierta siempre! Basta con cubrirse del todo, con gabardina,
abrigo, traje de baño, guayabera, bermudas, pantalón de pana, zapatillas y
botas, con apostar al 100% de las posibilidades. Otro ejemplo: Al que madruga Dios le ayuda. Y el
siguiente: No por mucho madrugar amanece
más temprano. Sí, más de lo mismo. Luego eso de que el refranero es sabio
vamos a ponerlo por fin entrecomillas, ¿de acuerdo? Seamos serios y démosle a
la tuerca la vuelta que le es debida.
Y ahora aludamos a otra
característica del refranero que me resulta particularmente molesta. Sería aquélla
que se refiere al refranero como una “sabiduría” (sí, entrecomillas) popular.
Esto último no voy a discutirlo, pero me gustaría llamar la atención sobre cómo
esta “sabiduría” popular está revestida con unos tintes descaradamente
pesimistas. Está el refranero lleno de estos agua-fiestas populares. Y es que
el pueblo llano (de donde bebe esa “sabiduría”) es, recalcitrantemente,
negativo. Hasta el aburrimiento más supino. Aunque haya que reconocer que
motivos para serlo, posiblemente, no le falten. Un ejemplo: A perro flaco todo son pulgas. Y otro: Hasta el 40 de mayo no te quites el sayo.
Y otro más sobre la climatología: En
abril aguas mil. Y, por no agotar al personal, el último: En martes y 13 ni te cases ni te embarques. Pero, perdón, me falta uno: la joya de la Corona: la proclama más directa y contundente hacia el máximo sedentarismo y "apalancamiento": Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. O sea más vale cruzarse de brazos y tostarse bajo el sol que levantarse del suelo y ver si se puede hacer algo por ahí.
¡No, el pueblo no es precisamente
la alegría de la huerta, ni el sagrado depositario del optimismo! Seguramente
no haya tenido muchas razones para esbozar una sonrisa. El terruño es duro. Y
el pedrisco amenaza las cosechas. Por eso apuntaría que atender y seguir (como
parece ser que mucha gente hace) las consignas de unos cenizos tan insistentes
y convencidos, quizás, no sea la mejor receta para salir de los atolladeros en
los que nos empeñamos en meternos. Y que una vez son por una cosa y que otras
lo serán por otra. Sí, pocos refranes hay que muevan a ver la botella medio
llena aunque sí que hay alguno que se sale de la botella o de la norma. Y lo
citaré para que no se me acuse de partidista. Ahí va… (¡¡casi cinco minutos más
tarde!!): Después de la tormenta siempre
llega la calma.
Aunque para finalizar esta
“refranería” no quisiera dejar de mencionar un refrán concreto, y no por su
intrínseco y latoso pesimismo (que esto ya lo tenemos sabido) sino por lo que
me parece más grave: por su particular inexactitud.
Dice el refrán lo siguiente: Hecha la ley
hecha la trampa; estando la particular inexactitud referida al simple orden
cronológico de las frases y que haría que el refrán, tal y como está escrito, resulte
más falso que un billete de 15 euros. Y me explico. Y acabo.
Pregunta (con el reloj en la mano),
¿qué acontece antes la ley o la
trampa?, ¿los policías o los ladrones? Y la contestación y su explicación deben
resultarnos bastante sencillas. En primer lugar, se inventan las trampas. En
primer lugar, llegan los ladrones cabalgando hasta el pueblo no, hasta el
campamento (sin ley). Y a continuación, luego en segundo lugar, y en función de
los desmanes que pudieran estar provocando las trampas o de las tropelías que estuvieran
cometiendo los ladrones se empezarán a redactar las leyes y a nombrar a los
policías (que ejercen y juran sus cargos al amparo de la ley).
Luego Hecha la ley hecha la trampa resulta una flagrante calumnia. La ley
no se redacta sino después de cometida la trampa. Y, sin duda, podría ser este
diferimiento una buena explicación para justificar su insuficiencia. Que de
esto sí que tiene la ley. Para dar y regalar.
La ley, en cuanto es posterior a la
trampa, siempre se redactará en base a ella pero, por esa misma causa, siempre queda por detrás de ella. Los
ladrones siempre van por delante de
la policía. Y la policía siempre corre detrás
de los pillos y delincuentes. Pienso que, en el fondo, tratamos con una simple
cuestión de orden que debería
recomponer el mencionado refrán en los siguientes términos más exactos: Hecha la trampa hecha la ley. Lo cual
consagraría las insuficiencias que tiene por principio la ley para atajar TODAS
las trampas. La insuficiencia de la policía para echar el guante a TODOS los
ladrones. Lo cual, dicho sea de paso, tampoco sería decir nada nuevo ni tendría
demasiada gracia ni nos aportaría gran cosa. Como, en el fondo, me sucede a mí
con el (tan socorrido, dichoso y decepcionante) refranero.