Parafraseando aquel conocido discurso de Martin Luther King que empezaba con la expresión, I have a dream, debo reconocer que anoche también yo tuve un sueño. Pero el mío no fue tan trascendental y animoso como el del insigne doctor y sí, en cambio, hizo que me despertara con un frío sudor empapándome la frente. Porque había soñado que la Final del próximo sábado era, en realidad, una trampa, en la que, desgraciadamente (¡!), no muchos aficionados hemos caído.
Y me explico. O, por lo menos, trato de hacerlo, ya que antes de disputar una Final, de lo que sea y a lo que estemos jugando, los contendientes en la misma tratan de desembarazarse y huir (como de la peste) de la vitola de favoritos que se les pudiera asignar. A nadie le gusta ser el favorito. Y tiene su lógica. Porque esa indeseada vitola parece que obliga al equipo que la sustenta a ganar la mencionada Final a toda costa; consiguiendo, incluso, que la victoria en Ella sea lo más normalito del mundo. Pero, ¡ojito!, al revés, y con el mismo grado de "normalidad", perderla es la catástrofe, el mayor de los ridículos en los que el finalista, tan favorito él, ha podido incurrir.
Y es entonces cuando he pensado en lo que no dejo de pensar durante estos días; en concreto desde que eliminamos al Alavés en semifinales; esto es, ¡cómo no!, en la Final de Copa, en el Athletic- Mallorca del próximo domingo. Y, hete aquí,que de repente- ante la falta de costumbre- me he dado cuenta de que, querámoslo o no, somos los favoritos. Y el Mallorca, mientras tanto, ni "mu" o ni "beee", porque enfundado el traje de cordero, se ha subido la cremallera hasta el cuello. Peligro. Sin nada que perder y todo por ganar. Mucho peligro.
Y es que el Athletic- y olvidémonos, por favor, del 2-0 del domingo pasado en el Bernabeu- está como un tiro: 4º en la Liga- el Mallorca es 15º- y jugando casi como ni los más viejos del lugar recordaban sin hacer esfuerzos. Y por si esto fuera poco, hasta hace nada, éramos el Rey de Copas- ahora lo sería el Barcelona pero, aún y así, tenemos 24 títulos, y el Mallorca, 1. Sí, todo indica que, puestos a comparar el historial de los dos equipos, esto sería como comparar, cambiando ahora de balón, las habilidades de Olajuwon con las de Romay, y que me perdone el pivot del Madrid.
Pero si no contentos con esto, le añadimos ahora la euforia que se respira en cada rincón del Botxo, las tertulias con esos ojos encendidos, que no engañan a nadie, cuando se habla ya de la Gabarra, los miles de viajes programados a Sevilla, con las mochilas llenas de la ilusión por un triunfo tan largamente añorado... Sí, todo eso junto, y no se lo ocultaría que me preguntara, me preocupa. Y mucho.
Porque a ver, ¿cuándo nuesto Athletic ha disputado un partido de estos de win or die, que dicen los anglosajonesuna, una Final en la que es, sin ningún género de dudas, más que favorito, el único favorito? Pocas, muy poquitas veces, aunque nos duela decirlo. Quizá tuviéramos que remontarnos a aquélla que jugamos contra el Betis en el demolido Manzanares... y de tan infausto recuerdo: empate al final de la prórroga, penalties, Dani fallando el que pudo decantar la Final de nuestro lado- siempre he oído contar que fue primer penalty que el escurridizo "7" falló en su carrera profesional- y después Iríbar tirando el suyo, el definitivo a los cielos; mejor dicho, a los infiernos del subcampeón.
Luego seguramente debiéramos irnos aún más atrás. Sí, hasta 1973, cuando el Athletic ganó al Castellón por un, como-Dios-manda, 2-0. Nuestra 22ª Copa. ¡Dios mío, y yo todavía con pantalones cortos!
Por eso confío en que ahora se me entienda aquello que escribía al principio de estas líneas: lo del sueño y lo del sudor frío con que me ha despertado esta mañana. Porque una derrota el domingo sería algo mucho más duro y, sin duda, menos higiénico que una ducha con agua fría. Por no querer, no quiero ni imaginármelo. Por eso, desde este foro, lanzo mis consejos: ya que no nos queda otro remedio-- la Historia y la Liga no engañan: sepamos jugar como favoritos- porque eso nadie nos lo puede enseñar.. Que la presión no nos atenacace los pies. Que no nos pueda la responsabilidad ni las ilusiones creadas. Que todo eso junto nos haga, todavía, más fuertes, inexpugnables al desaliento. Y seamos mandones. Enseñemos los dientes al Mallorca desde el pitido inicial. Mordamos. Y en la yugular si es preciso. Hagámosles creer que el viaje que han hecho desde las islas ha sido para nada, o mejor, porque nos hacía falta un contrario para jugar reglamentariamente 11 contra 11, un contrario para poder coger y levantar la Copa y traérnosla, por fin, a casa.
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