La mamá y la puta, la película que Jean Eustache dirigió en 1973, y que volví a ver hace unos días en el incomparable cineclub FAS (de hecho esta entrada no deja de ser una reproducción del artículo que escribí para su blog), da para hablar muchas cosas; quizás demasiadas (no en vano la duración actual de la cinta, impecablemente restaurada, supera los 200 minutos). Por ello me cortaré y me circunscribiré a aquello que más me ha llamado la atención de este último visionado.
Porque para mí La mamá y la puta es, sobre todo, una película sobre eso, sobre el
compromiso. O sobre la falta de compromiso, por la que clama Veronique en su
memorable y largo discurso, que será la moneda corriente con la que abonamos
nuestras deudas y caprichos a partir de entonces, y sin que a nadie parezca
importarle lo más mínimo. Y es que el Mayo del 68, más allá de sus 31 días,
terminó su tiempo dando la espalda al compromiso sobre el que había basado su
nacimiento y caracteres, y abrazando una especie de anarquía donde todo valía y
que, sin embargo, no nos llevaba a ninguna parte. Como el devenir de los años
nos ha enseñado y nos enseña. La lectura ridícula, que realiza Fredrerick, de
la crítica de la comprometida película
de Germi La clase obrera… no deja
lugar a las dudas. Mejor, piensa este hijo del 68, follar cuanto se pueda, con
esa madre (Marie) que le cuida y arropa como a un hijo (es impagable la visita
que hace a su boutique y su manera disimulada de espiar, como un chiquillo, a
una clienta que, en esos momentos, está desvistiéndose en el probador), y esa
puta-enfermera que se junta desesperadamente con todo aquello que se mueve y que,
por fin, se ha enamorado de este insustancial hijo del 68, al que el compromiso
le incordia como una piedrecita en el zapato.
Y si al final Fredrerick acaba comprometiéndose ante la insistencia de Veronique, pegando un portazo a las correrías (¡ese fugaz tránsito que los personaje de Band Apart realizan al “comprometido” museo del Louvre), a la diversión-sin-más (tantos fragmentos del Free Cinema) que compusieron su paso por ese Mágico Mes de Mayo, no pensemos con ello en ningún clásico Happy End sino, más bien, en un punto-y-seguido que por lo que experimentamos en nuestras propias carnes no es ni mucho menos Final…, ni mucho menos Feliz.
PDs,-
(1) Y otra impagable enseñanza: La mamá y
la puta, entre algunos otros títulos, nos hizo creer a muchos
que el realizar una película estaba al alcance de cualquiera, de aquel o de
aquella que se lo propusiera con relativa terquedad. Y que, a partir de ahí,
todo era posible.
(2) Y una más: que me encantan las buenas y largas películas. Aquéllas en las que se siente al tiempo trascurrir mientras los más perezosos y agotados espectadores van abandonando lentamente sus butacas. Yo lo siento por ellos. De verdad.
(4) Y ahora sí, la última: pero sin olvidarnos que, como dijo aquél, mucho antes que el compromiso está siempre la honestidad.
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