En realidad, éste es un paréntesis en lavueltaylatuerca. Hace mucho tiempo escribí en ella (lo trascribo literalmente):
"Lo que me gusta es establecer relaciones entre aquellas cosas en las que paso el tiempo. Esto hace que me crea que en este mundo todos estamos más comunicados de lo que pudiéramos pensar. Me instala en la certeza de que todos viajamos en el mismo barco. Algunos serán grumetes, otros contramaestres, otros capitanes, otros cocineros e, incluso, algunos polizones que se han embarcado sin papeles. Pero de verdad eso no me importa. Porque a lo que voy es que, a pesar de su falta de documentos, ellos también viajan con nosotros. Y si algo le sucediera al barco esos indocumentados sufrirían las mismas consecuencias que los que hemos pagado el billete.
Y ahora la canción. Vosotros diréis".
¡Y hoy, cuatro años después, me he encontrado con esta poesía (en traducción Charo Santoro y José María Álvarez alterando, y que me perdonen la osadía, en el penúltimo verso "graves" por "fieles" y eliminando el último donde se leía "Mi esposa y yo") de mi admirado y querido Robert Louis Stevenson que creo que llama a la misma puerta, a la misma casa y quiere juntarse con Sánchez Rosillo y con Lou. Y, por supuesto, no he podido resistirme a la tentación de "añadirlo". No iba a ser yo quien negara la entrada en esta casa a tan insigne visitante:
Mi esposa y yo en una romántica cabaña,
Olvidando el mundo, olvidados del mundo,
Altos como los dioses que habitan el Olimpo,
Felices con lo que tenemos, y felices también
Aguardando llenos de esperanza lo que aún no gozamos.
Ella arde en deseos de cabalgar feliz en un caballo;
Yo sueño con un barco;
¿A qué sueño regresaremos algún día
Mi esposa y yo?
Ella pone su afán en llenar de flores
Nuestro jardín, y yo en enriquecer una oscura bodega
Todavía mal provista; los dos soñamos agrandar
Nuestra pequeña cabaña y convertirla en una casa enorme
A donde puedan venir nuestros fieles amigos y compartir nuestra felicidad.
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"Lo que me gusta es establecer relaciones entre aquellas cosas en las que paso el tiempo. Esto hace que me crea que en este mundo todos estamos más comunicados de lo que pudiéramos pensar. Me instala en la certeza de que todos viajamos en el mismo barco. Algunos serán grumetes, otros contramaestres, otros capitanes, otros cocineros e, incluso, algunos polizones que se han embarcado sin papeles. Pero de verdad eso no me importa. Porque a lo que voy es que, a pesar de su falta de documentos, ellos también viajan con nosotros. Y si algo le sucediera al barco esos indocumentados sufrirían las mismas consecuencias que los que hemos pagado el billete.
Y todo se me ha venido a la cabeza mientras leía ese bonito poema de Sánchez Rosillo que se llama Las palabras que he escrito y he pensado al momento en Lou Reed (¡siempre él!) y en esa increíble canción que se titula My House, porque en ambos, en el poema y en la canción, se habla de "casa" y encuentro un sosiego, una generosidad, una paz de domingo similares; un encontrarse a gusto consigo mismo y con los demás, con ese instante increíble al que nada pedimos porque nada le falta.
Primero, el poema:
Las palabras que he escrito no son mías,
aunque también a mí me pertenezcan.
Yo escuché, y dije luego
con mi voz y a mi modo lo que oí.
Qué raro patrimonio.
Al fin y al cabo, soy
un indigente rico, un rico pobre.
Y esta hacienda pequeña que es tan grande
nadie me la disputa
y hasta se me atribuye con frecuencia
su entera propiedad.
Hace ya muchos años que trabajo
con ilusión en ella,
y desde que la cuido procuré
esparcir a su tiempo la semilla
en surcos bien dispuestos.
Y en medio de los campos, poco a poco,
levanté como supe con mis manos
esta casa que veis.
No es suntuosa, desde luego, pero
podrá encontrarse acaso
alguna estancia en su interior que sea
cálida y habitable.
Intento en lo posible mejorarla
y le voy añadiendo
de tarde en tarde alguna dependencia.
Se halla a disposición de todo el mundo;
en verdad es de todos.
No hay aquí cerraduras; siempre están
las puertas bien abiertas.
Y ahora la canción. Vosotros diréis".
Mi esposa y yo en una romántica cabaña,
Olvidando el mundo, olvidados del mundo,
Altos como los dioses que habitan el Olimpo,
Felices con lo que tenemos, y felices también
Aguardando llenos de esperanza lo que aún no gozamos.
Ella arde en deseos de cabalgar feliz en un caballo;
Yo sueño con un barco;
¿A qué sueño regresaremos algún día
Mi esposa y yo?
Ella pone su afán en llenar de flores
Nuestro jardín, y yo en enriquecer una oscura bodega
Todavía mal provista; los dos soñamos agrandar
Nuestra pequeña cabaña y convertirla en una casa enorme
A donde puedan venir nuestros fieles amigos y compartir nuestra felicidad.