PRIMERO.- Llevo varios meses enfrascaddo en la apasionante lectura de El mundo como voluntad y representación, la obra magna de Arthur Schopenhauer. Sus reflexiones darían para cubrir toda una vida, pero a mí me basta, por ahora, con ese idea central en su pensamiento que nos habla de la Voluntad que ha movido, mueve y moverá todos los entresijos en que nuestras existencias han estado, están y estarán insertas.
Al hilo de lo cual , y ya que encaja perfectamente con uno de mis clásicos y recurrentes divagues, traslado a este blog esa idea de una Voluntad que nunca se está quieta- Heráclito, los presocráticos, el hinduísmo serán siempre los primos hermanos de Arthur- y que engloba a todos los fenómenos que en en este Mundo han ocurrido, ocurren y ocurrirán. Y me atrevería a poner un ejemplo.
Porque, ¿no sería el hallazgo del fuego, en los primeros estertores del homo, la raiz de la que, años después, surge nuestra capacidad para hablar, el lenguaje mismo que nos hace únicos dentro del Reino de los Seres Vivos?, ¿no estaría en el fuego el calor que vuelve a los alimentos más blandos y fáciles de masticar, con lo que el homo ya no necesitaría tantos molares y sí, más incisivos, con las consecuentes alteraciones que ello traería consigo en su estructura buco-dental, favoreciendo la pronunciación de sonidos más claros y articulados?
Yo tiro la piedra, pero no escondo la mano. Porque la levanto y cuando se me diera permiso respondería a las dos preguntas anteriores con un rotundo "sí". Y en esto, Schopenhauer y su Voluntad se aparecerían a mi lado como el genio de Aladino y su lámpara de aceite. Porque sin que acertemos a verla actuar, la Voluntad mueve los hilos, nuestros hilos, y con ellos nosotros nos movemos, crecemos al mismo tiempo que en ellos, con los hilos nos vamos conformando. Sí, la Voluntad nos hace y nos incluye. Y apenas si como uno más. Racionales, sí, de acuerdo, pero sólo en ese detalle- y la importancia que le demos dependerá de cada uno de nosotros- cabría diferenciarnos de los otros animales que pueblan este planeta.
Luego la Voluntad nos habría hecho parlanchines. Pero antes, seguramente millones de años antes, la Materia, o la forma en que esa Voluntad se objetiviza y en la que se haría visible, se habría fraccionado y del choque, entre las diferentes partículas materiales, habrían surgido otras formas que al rozarse a su vez, o colisionar entre ellas habrían producido, aquella primera chispa de la que, posteriormente,, se habría generado ese fuego que nos habría calentado durante los fríos meses del invierno, que nos habría dejado los alimentos en inmejorables condiciones para ser engullidos y digeridos y finalmente, la lengua con más espacio, más suelta y las gargantas como felices y grandes pozos, de donde surgen los sonidos que, traspasando nuestras cuerdas vocales, pueden resonar audibles e inteligibles para toda la tribu.
SEGUNDO.- Y siguiendo estos dictados, ¿no podríamos, acaso, considerar que esta Voluntad está detrás, es ella misma, el "motor" de cada cambio, de cada uno de los pasos evolutivos que nos condicionan, sin dejar de estar inserta en cada uno de esos eslabones que irán dando forma a la señalada evolución conservándose, así, en ellos, en cada etapa como Voluntad-siempre-activa, que habría hecho de cada uno de los eslabones lo que realmente fueron, lo que realmente son y lo que realmente serán.
Y si nos quedáramos ya con el homo sapiens, como el resultado más logrado que la Voluntad habría impuesto a esa cadena evolutiva, no podríamos negar, entonces, que el propio homo es, ante cualquier circunstancia en la que pudiera verse envuelto, Voluntad, pero no solo en sí mismo, como cuerpo global, sino en cada una de las partes que lo conforman; partes, más o menos, evolucionadas, ya que siempre estaríamos considerándolas en el necesario presente que nos impone el cuerpo pero que, continuamente, se nos escurre de entre las manos.
Y, entonces, más madera porque a lomos de esre argumentario, ¿no nos estaría permitido pensar ahora que la facultad racional podría no estar, únicamente, incorporada y localizada en el cerebro humano sino en todas y cada una de esas partes que van componiendo nuestro cuerpo (humano)? Por supuesto que lo estarían haciendo en una mayor o menor medida, con una mayor o menor intensidad, con un grado de perfeccionamiento mayor o menor, siempre en función del grado evolutivo en el que ese miembro se encuentre. Porque habría que colegir- no creo que haya dudas al respecto- que no todas las partes de nuestro cuerpo piensan igual, con idéntica intensidad y perfección.
Porque acaso, ¿no piensa la boca, con su lengua y dientes?, ¿no nos descubre ella, la boca, con su matemático mecanismo buco-dental, la afilada espina de pescado que ha retirado, ¡antes de que el cerebro haya reparado en ella!, en un aparte que habría hecho que la boca no se la trague, al intuir que ese "trago" pudiera causar a nuestra globalidad corporal, a la Voluntad, un daño de consecuencias inciertas pero daño, al fin y al cabo, infringido y que nuestro cuerpo sufrirá en un mayor o menor grado?
¿O no piensan también los dedos?, ¿o no habríamos leído u oído hablar alguna vez cómo personas, que no se habrían sentido nunca especialmente inclinadas hacia la música, y a las que se les habría trasplantado, después de sufrir un accidente, la mano de otra persona, que en vida fuera pianista por ejemplo, han desarrollado repentinamente una afición por la música, por los sonidos de Orfeo?
Luego estas funciones sensibles y cognitivas estarían extendidas, siempre en mayor o menor grado por supuesto- un pie no piensa igual que el cerebro- en cada uno de los miembros que articulan nuestro cuerpo. Ya mi experiencia personal me enseña que, mientras tecleo un texto cualquiera en mi ordenador personal, mi dedo detecta que ha cometido un error- no habría pulsado la tecla correcta, por ejemplo,- antes de que el cerebro, a través del ojo, lea el error impresionado en la pantalla.
Así me gusta pensar que el homo sapiens, que somos, continúa haciéndose. Como un totum compuesto por nfinidad de partes, por infinidad de miembros, y cada uno con su particular aptitud para enfrentarse al mundo, y con mayor o menor intensidad, con mayor o menor pericia. La mano coge, y piensa poco. El cerebro piensa- casi no sabe hacer otra cosa mientras está despierto, pero aún no se le habría visto coger nada. Sí, porque esta aptitud en él bien podría resultar casi nula, ¿o pueden, acaso, las uñas reterner el sabor de una cereza?
Sí, cada maestrillo (cada miembro) se aplicaría a su cuadernillo (a su aptitud) pero eso no debería llevarnos a sostener que cada parte de nuestro organismo tenga sólo una, y nada más que una aptitud. Podría darse el caso... o no. Pero lo que sí estaríamos en condiciones de asegurar es que todas las aptitudes que en el mundo han sido, que se han desarrollado a lo largo de millones de años de evolución constante, habrían encontrado su más acertado acomodo en uno de los miembros con los que el homo contaba en aquellos momentos y que después la evolución habría borrado (seguramente la escucha de sonidos por debajo de determinados niveles acústicos), habría mantenido (la visión estereoscópica) o, incluso, habría perfeccionado o repartido, con mejor o peor suerte, entre todos y cada uno los miembros de la anatomía humana (la sensación de frío/calor los labios la perciben mejor que el hueso de la rótula, por ejemplo), o que se habría acentuado principalmente en uno de ellos (el cerebro y la racionalidad).
Por lo que, y a modo de punto y seguido- no podríamos tener otra perspectiva lingüística disertando sobre la evolución del hombre-, traería ahora a colación, y por terminar con algo menos árido y sí más amable, la reiterada y conocida expresión, ¡piensas con los pies!, y que habría que valorar, según lo visto y defendido, en su más acuciante globalidad aduciendo que no es que los pies no piensen, sino que piensan menos que el cerebro. Así no caigamos en la trampa de reducir la ratio de un pie al cero patatero. porque, seguramente, algo de materia gris tendremos pegada a la planta de los pies.