sábado, 14 de mayo de 2022

NUEVA YORK, LORCA Y SINATRA


Lo mismo no siempre es igual, y muchas veces es diferente. El hombre es uno y hombres hay millones. O fijaros sino en las visiones que Lorca y Frank Sinatra ofrecen de la misma ciudad. Y no sólo ellos. Nueva York es la misma urbe para todos aquellos que alguna vez hemos pisado sus calles. Bueno, la misma con los cambios que el tiempo ha ido diseminando por sus esquinas a través de los años. Aquí pongo, aquí quito.  Pero, a pesar de ello, la esencia de la ciudad se mantiene inalterable. Y Lorca y Sinatra apelan a esa esencia para expresar aquello que siempre permanecerá inalterable en la Ciudad de los Rascacielos. Si para Frank Nueva York es ciudad que nunca duerme, para Lorca el sueño no parece ser su principal quebradero de cabeza y en este sentido concluye su poema llamado, precisamente, Nueva York  con estas demoledoras reflexiones:

(…)

 Yo denuncio la conjura

 de estas desiertas oficinas

 que no radian las agonías,

 que borran los programas de la selva,

 y me ofrezco a ser comido por las vacas estrujadas

cuando sus gritos llenan el valle

donde el Hudson se emborracha con aceite.

OK. Pero al referirnos a las esencias obramos el milagro y el milagro se plasma ante nuestros ojos. En este caso, Nueva York, la misma ciudad se nos ofrece en tal diversidad de puntos de vista como ojos puedan ponerse a su servicio. Y todos (los puntos de vista) serán igualmente válidos.

Habrá tardes que abramos las páginas de Poeta en Nueva York, el libro que Lorca escribió entre 1929 y 1930 y un cierto escalofrío metálico nos recorrerá el espinazo, y habrá otras puestas de sol en las que escucharemos a Frank cantando su mágico New York, New York, aquella canción compuesta por Kander & Ebb en 1977 como tema principal para la película del mismo título que dirigiera Martin Scorsese y que interpretaría Liza Minelli. La película es un pestiño, pero tres años después del estreno Sinatra retomaría la canción para darle imperecedera fama internacional, con su entusiasta letra y sus deseos de salir adelante y despertar en esa “ciudad que nunca duerme”.

Claro, ni Lorca ni Sinatra llevarán nunca consigo toda la razón. El arte nunca entenderá de “razones”. Y la esencia siempre permanecerá al margen de la opinión por sabia que ésta pretenda ser.

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