viernes, 23 de agosto de 2019

PASOLINI LOVED MARILYN TOO

 

Como a los buenos, y a menudo tan engreídos, cocineros a mí también me gusta mezclar. Y si son ingredientes que se encuentran en las antípodas de los sabores, mucho mejor. Pero es que además, en mi caso, no recurriría tanto a ingredientes ni a sabores sino que ahora, y siguiendo aquello que apunté en la crítica (ver la entrada grandes películas, pequeñas críticas) a la última y excelente película de Quentin Tarantino sobre la muerte de la inocencia, lo haría a Marilyn, por ejemplo, un poema del imprescindible, terrenal, amigo de los arrabales y de las periferias, de los pobres y más oprimidos, Pier Paolo Pasolini y la instalada en el otro lado de la Emilia-Romaña pasoliniana, la susodicha, glamorosa, hollywoodiense y star por antonomasia, Marilyn Monroe susurrando, más que cantando en 1959, cuando la ingenuidad aún lo arropaba casi todo,  aquello de I wanna be loved que oíamos en la película de Billy Wilder Con faldas y a lo loco.
 
 
Vaya, un deseo como todo el mundo ha tenido alguna vez. Aunque no todos, posiblemente ni el lumpen Pier Paolo ni la dorada Marilyn entre ellos, puedan presumir de haberlo conseguido. Y es que las adversidades habrían hecho, sin duda, de estas dos almas tan diferentes, íntimos compañeros de infortunios y desgracias, con Marilyn como anticipo de esa muerte de la inocencia, a la que aludía antes, con su trágico fallecimiento en 1962, y el gran Paolo, con su brutal asesinato en 1975 como un epílogo tardío de la misma, cuando casi todos sabíamos ya que las cosas no iban tan bien ni iban a dar marcha atrás.

marilyn

Del mundo antiguo y del mundo futuro

permaneció solo la belleza, y tú,

pobre hermanita menor,

aquella que corre detrás de los hermanos más mayores,

y ríe y llora con ellos, por imitarlos,

y se pone sus bufanditas,

toca sin ser vista sus libros, sus navajitas,

tú, hermanita más pequeña,

que poseías tu belleza humildemente,

y tu alma hija de gente pequeña,

nunca has sabido tenerla,

porque de otro modo no hubiera sido belleza.

Disparas, como un polvillo de oro.

El mundo te lo ha enseñado.

Así tu belleza se vuelve suya.

Del estúpido mundo antiguo

y del feroz mundo futuro

permanecía una belleza que no se avergonzaba

de aludir a los pequeños senos de hermanita,

al pequeño vientre tan fácilmente desnudo.

Y por ello era belleza, la misma

que tienen los dulces mendigos de color,

los gitanos, las hijas de los comerciantes

vencedoras de los concursos en Miami o Roma

Dispara, como una paloma de oro.

El mundo te lo ha enseñado,

y así tu belleza no fue más belleza.

Pero tú continuabas siendo niña,

boba como la antigüedad, cruel como el futuro,

y entre tú y tu belleza poseída por el poder

se inmiscuye toda la estupidez y la crueldad del presente,

te la llevabas siempre detrás como una sonrisa detrás de las lágrimas

impúdica por pasividad, indecente por obediencia.

Dispara como una blanca sombra de oro.

Tu belleza sobrevivida del mundo antiguo,

reclamada por el mundo futuro, poseída

por el mundo presente, se convierte así en un mal.

Ahora los hermanos mayores finalmente se dan la vuelta,

detienen por un momento sus malditos juegos,

salen de sus inexorables distracciones,

y se preguntan: ¿Es posible que Marilyn,

la pequeña Marilyn nos haya indicado la calle?

Ahora eres tú, la primera, tú, la hermana más pequeña, aquella

que no cuenta nada, pobrecita, con su sonrisa,

eres tú la primera a través de las puertas del mundo,

abandonado a su destino de muerte.

 
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