Siempre con un libro bajo el brazo, aunque en estas tórridas tardes del
verano, paradójicamente, no tenga casi tiempo de abrir las tapas. Pero hago lo que
puedo, y estos días ando con El sistema
periódico, de Primo Levi que leí en alguna parte que había sido elegido el
mejor libro de ciencia escrito durante el último siglo.
Primo Levi era químico pero también un excelente escritor y El sistema periódico es buena prueba de
ello. Además no se trata de ningún enrevesado tratado científico sino de
una entretenida y fascinante colección de breves relatos (posiblemente fuera esta, la
“brevedad”, la que me animó a escoger sus páginas para amenizar estos días tan
ajetreados), y que tiene desde sus títulos y tramas una directa relación con
diferentes elementos químicos, a los que Levi convierte en metáforas sobre el
hombre y las relaciones humanas, tal y como podemos leer en la contraportada
del libro editado por Península. Así tenemos Argón, Hidrógeno, Zinc, etc. hasta Carbono, que es el veintiuno y último relato. Todos ellos buenos cuentos
y varios, excelentes; sin ir más lejos, Zinc
me pareció uno de esos que el gran Borges podría incluir en cualquier antología
de las suyas sin ningún desmerecimiento.
Pero para estas líneas me quedaré con Oro, porque en él he encontrado una frase
que me ha dado que pensar y que es, directamente, el motivo que me ha impulsado
a escribir estas parrafadas, aparte de intentar prestar con ellas algún pequeño
servicio a la buena literatura, a Primo Levi, y a avivar en algún interesado
lector las ganas por comprar El sistema
periódico, que no nunca sobraría en ninguna buena biblioteca, como siempre
defenderé cuando algún libro me toca la fibra.
Pero a lo que iría sería a esa frase que dice, (…) el fascismo había hecho efecto sobre
nosotros, como sobre casi todos los italianos, alienándonos y volviéndonos
triviales, pasivos y cínicos, ya que al momento he pensado en nosotros pero
en nosotros, nosotros, en los españolitos de a pie y en los 40 años (que se
dicen pronto) en los que también sufrimos como Levi el fascismo puro y duro,
bajo las señas de la dictadura de Franco.
Porque pienso que aún, casi medio siglo después de que el
funesto dictador muriera y acabara con ello su cruento régimen militar, continuamos, en
cierta y desoladora manera, enredados y bebiendo de aquellos mismos líquidos
que empaparon y dieron voz a su peripatético pero muy peligroso, ¡Arriba, España!
Y habría sido Primo Levi quien me habría puesto sobre la
pista. O más en concreto, su cuento Oro
y la frase que repito como un mantra, (…)
el fascismo había hecho efecto sobre nosotros, como sobre casi todos los
italianos, alienándonos y volviéndonos triviales, pasivos y cínicos. Y
pregunto, ¿no seguimos con la inestimable (sic)
ayuda del caudillo alienados con
nuestra propia historia, con nuestros ancestrales complejos arrastrados desde
el… oro, sí pero, en nuestro caso, desde
el Siglo de Oro, y no seríamos asimismo triviales
(encendamos, por ejemplo, la televisión en cualquier momento del día), pasivos (¿no es la queja nuestro
deporte nacional preferido; la queja y a continuación el cruzarse de brazos y
dormir la siesta más pesada que podamos imaginar?), y cínicos (¿o no nos creemos más listos, espabilados y pícaros que
cualquier otro que no sería sino un pobre diablo que no sabe disfrutar verdaderamente
(sic) de la vida y se pierde en
sesudos jamacocos que no llevan a ninguna parte y de los que nosotros,
afortunadamente (sic) tan listos, nos
hemos apartado recurriendo al cachondeo más ruidoso y frívolo, a la noche más
larga?
¿O no nos daría en estos días, que quien más o quien menos
se pira unos diítas de bakatas, el turismo más europeo, los cabezas cuadradas
que bajan de Alemania, los gentlemen
trasmutados en hooligans como réplicas del doctor Jeykill o los
finos y educadísimos franceses, la razón más indiscutible a nuestra sin sustancial manera de pasear por este mundo? ¡Si todos ellos quieren lo que tenemos nosotros! ¿Para qué tenemos que preocuparnos entonces?, nos preguntaríamos alienados, triviales, pasivos y cínicamente ignorantes. ¿O no es, en el fondo, esta una de las causas del lamentable espectáculo en el que nuestra clase política anda solazándose, no-hay-prisa-je-je, como quien no se entera de nada, desde hace más de seis meses, en este disparate de dimes y diretes que amenaza, pero a quién le importa si somos tan listos, con tumbarnos de un sopapo, del que quién sabe después lo que nos va a costar despertar y levantarnos?
finos y educadísimos franceses, la razón más indiscutible a nuestra sin sustancial manera de pasear por este mundo? ¡Si todos ellos quieren lo que tenemos nosotros! ¿Para qué tenemos que preocuparnos entonces?, nos preguntaríamos alienados, triviales, pasivos y cínicamente ignorantes. ¿O no es, en el fondo, esta una de las causas del lamentable espectáculo en el que nuestra clase política anda solazándose, no-hay-prisa-je-je, como quien no se entera de nada, desde hace más de seis meses, en este disparate de dimes y diretes que amenaza, pero a quién le importa si somos tan listos, con tumbarnos de un sopapo, del que quién sabe después lo que nos va a costar despertar y levantarnos?
Claro, Franquito sigue haciendo de las suyas. Ha muerto, sí,
hace casi medio siglo, pero sus muy prescindibles “enseñanzas” continúan
empozoñándonos la sangre (española, que cantaría el bueno de Manolo Tena). De
esto ya no tendría duda alguna. Primo Levi, El
sistema periódico y el Oro me la
habrían despejado.